Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



lunes, 4 de julio de 2016

22/04/2016 – Salselles (Caminos a la Boatella)

Hoy por fin toca Salselles. Lo había propuesto ya a principios de año como lugar a visitar. Se trata de una antigua parroquia incorporada al municipio de Borredà, bordeando la ribera izquierda de la Riera de Merlès. La Minuta de Borredà, muestra unos cuantos caminos y tenía la esperanza de que algunos todavía se conservaran como tales.

Subiendo la carretera al lado de la Riera de Merlès, aún paramos un par de veces para mirar agujeros en la roca. Desde su desembocadura en el río Llobregat hasta el límite norte del municipio de Borredà, la riera está llena de molinos.

Aparcamos cerca del puente que va la camping del Merlès. Debajo, más agujeros en la roca y, un poco más abajo, los restos de la balsa y obrador del molino. Aguas arriba, se ve la casa del molino de Vilardell. Este molino marcó el límite sur de nuestra campaña en Boatella en el invierno de 2009-2010, cuando decidí empezar el blog.

El molino de Vilardell

Emprendemos la larga pista desde el camping hacia el pequeño pueblo de Salselles y, mientras andamos, Pep nos cuenta la película biográfica de Marcelino Sanz de Sautuola, miembro de la alta burguesía asturiana y descubridor científico de las pinturas rupestres de Altamira.

Su descubrimiento fue rechazado por la comunidad científica del tiempo, encabezada por el francés Cartailhac, y por poco no le acusaron de fraude. También tuvo en contra a la Iglesia y quedó desacreditado en la sociedad. No fue hasta 20 años después, ya muerto, que se descubrieron pinturas similares en Francia y se reconoció la autenticidad de las pinturas españolas.

“Si eso me pasara a mí y supiera que tengo razón, no me afectaría lo que pensaran los demás”, concluye Pep. “No me lo creo”, contesto. “Tienes que situarte en el contexto del siglo XIX. Estar bien considerado en la sociedad formaba parte de tu identidad. Sin nuestros conceptos del siglo XXI, estaríamos igual que todos los demás”.

Pero Pep tiene una fe enorme en su autonomía intelectual y no se deja convencer. En eso llegamos a Salselles. Pasamos por las ruinas de una casa grande y llegamos a la iglesia. Antes de la puerta, unas columnas cuadradas que habrían formado una especie de pasillo. Entramos en la iglesia. Encima de la puerta, lo que habría sido el coro, luego una gran nave con arcos labrados, una pequeña capilla a la izquierda, luego el edificio se vuelve a ensanchar, acabando con un espacio donde habría estado el altar y el pulpito del cura.

Nos acercamos a Salselles

Mirando los distintos elementos, Pep empieza a leernos la historia de la iglesia. “Hubo una iglesia románica original, orientada de este a oeste. Luego, en el siglo XVII o XVIII, hubo una gran ampliación. Se cambió la orientación de norte a sur, creando el altar y las capillas con estilo gótico. Se aprovechó la puerta original de la iglesia para conectar una rectoría. Más tarde, en el siglo XIX, se hizo el coro y, al final de todo, las columnas fuera. “Resumiendo”, digo, cuando ya llevamos 40 minutos aquí, “alguien se gastó mucha pasta para estar más cerca de Dios”. “Piensa que aquí era un santuario y venía gente a hacer retiros. Eso explica la casa detrás, que seguramente era una hospedería”, añade Pep.

El interior de la iglesia, mirando hacia el sur

Y mirando hacia el norte

Mientras Pep y Carles siguen inspeccionando el resto del pequeño núcleo, yo les espero a la entrada del camino que quería seguir, al lado de Can Pou, escuchando los pájaros, que por aquí hay muchos. Cuando por fin salen, Pep retoma un tema ya conocido: “No entiendo porqué vienes con nosotros si no te interesa la historia”. Intento adoptar un ademán digno: “Me debo a mis lectores. El blog cumple una función informativa imprescindible”. “Tu blog es puro cotilleo”, dice Pep, despectivamente. “Apenas dedicas dos líneas a las cosas realmente importantes. Además”, concluye, “está todo distorsionado. Es como leer un partido del Barça en la prensa deportiva de Madrid”. “Te equivocas”, contesto. “Son precisamente esos detalles humanos que le dan al blog su interés. Y que conste que no cuento nada que no haya pasado”.

Seguimos el camino hacia el norte. Es un camino auténtico que va directamente hacia Boatella. En las pendientes, las motos han cortado profundos surcos. Cruzamos una pista y continuamos por el camino hasta llegar a la casa de La Pica. “Aquí hay paredes medievales”, dice Pep. “Parece una torre. Pero, ¿por qué una torre aquí, en medio de un valle? Me empieza a gustar esta zona”.

La casa de La Pica. Observad las ampliaciones sucesivas; la parte a la izquierda parece la más antigua

Continuamos hacia el norte por una pista, hasta salir a otra pista que recorre la cresta, la Carena de la Riera. A partir de aquí, hay caminos que bajan hacia Boatella pero ya no los seguimos sino que giramos hacia el oeste. Aquí comemos. Carles estudia el mapa del Alpina. En la Serra de Vila-seca, hay tres casas colocadas prácticamente en línea.

Continuando por la pista, pasamos delante de una casa nueva llamada La Xuriguera. Está equipada como casa rural de lujo, con piscina, terraza y un extenso jardín. “No quiero ni pensar cuánto debe costar alquilarla”, pienso. 

La Xuriguera ... para una boda inolvidable, por ejemplo

Llegamos a una curva de la pista, con la casa de La Serra a la vista. Con Carles como guía, subimos hacia el Serrat de la Atalaia y caminamos por la cresta, confiando en encontrar pronto la primera casa. Vemos bosque pero ninguna casa. Empiezan a verse antiguos campos pero todavía no hay ninguna casa. Se nos acaba la cresta y por fin encontramos un camino, que luego empalma con otro y que algún día habrá que explorar en profundidad. Salimos a una zona despejada y vemos otra cresta al norte, al otro lado del valle. Hemos ido en la dirección contraria. “Suerte que no llevaba yo el mapa”, pienso. “La bronca que me habría caído”.

Conseguimos llegar a la casa de Vila-Seca, todavía habitable pero sin modernizar. Aquí llega la cresta que teníamos que haber seguido. “Aquí hay trabajo”, dice Pep, satisfecho. Una vez más, tengo que constatar mi papel de catalizador. Y luego Pep dice que no sabe porqué vengo. ¡Mi presencia es absolutamente necesaria! Gracias a mi sugerencia de la Riera de Merlès, ha descubierto infinidad de molinos y agujeros en las rocas. Y ahora aquí, en Salselles, se le ha abierto un mundo nuevo y ya sabe dónde venir el próximo invierno.

La casa de Vila-Seca, más auténtica 

Con esos pensamientos, bajamos lo que queda de la cuesta y seguimos la pista hasta el camping. Nada más llegar al coche, empieza a tronar.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,8 km; 320 metros de desnivel acumulado.

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