Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



lunes, 25 de julio de 2011

15/07/2011 – Coll de Jou y Canal dels Molins

Había llegado el momento de cambiar de escenario y Pep quería repasar los canales del Moixeró. Yo, siempre pensando en mis lectores, le pedí empezar con el Coll de Jou y él, siempre magnánimo, accedió, ya que nos permitiría repasar el camino de las torres eléctricas (ya lo explicaré) y el Canal dels Molins. Además, hoy puede venir Carles y él nunca había hecho el camino del Coll de Jou. A pesar de subir hasta 2.000 metros, este camino era utilizado desde tiempos inmemoriales para cruzar el Moixeró y pasar a la Cerdanya. Se menciona explícitamente en documentos medievales, con una orden del Barón de Pinós de mantener despejado el camino de nieve durante el invierno. Pep siempre ha mantenido que este camino era más importante que el del Coll de Pendís que, aunque es 300 metros más bajo, siempre ha sido vulnerable a los daños provocados por las crecidas del Torrente de Pendís.


Dejamos el coche en la entrada de la casa de Hospitalet de Roca-Sança. A principios del siglo XX, César August Torres habla de Hospitalet como un grupo de casas pobres recogidas alrededor de la iglesia – románica por cierto. Hoy, la iglesia ha quedado absorbida en una sola casa grande. Como indica su nombre, era un lugar de hospedaje para atender a la gente que pasaba el Coll.

La casa de Hospitalet, con las montañas de Greixer atrás. El ábside y el campanario de la iglesia están a la izquierda

La casa debe tener una quincena larga de perros, algunos atados, otros sueltos, muchos de ellos ladrando a nuestro paso pero sólo quieren hacer ruido. Entramos en el camino a la casa de Claper, ahora parte de la Xarxa Lenta. Tras un flanqueo inicial por las rocas, sube una cresta y marcha hacia Claper. Su categoría es indudable, haciendo interminables eses en las subidas y hundido un metro y medio por el paso de incontables miles de hombres y animales. Pasamos una nueva cresta y vemos Claper, recogido en el hueco de un pequeño valle. Era la última casa antes del Coll de Jou y también ofrecía hospedaje. Fue habitada hasta los años 50. Dicen que una noche, una enorme roca se desprendió de los ariscos de Roca-Sança y bajó dando tumbos con un estruendo tremendo. Por suerte para los habitantes de la casa, la roca saltó encima de la casa y aterrizó en los campos unos 50 metros más abajo. Hasta hace poco, aún se podía ver la roca pero ahora parece tapada por la vegetación. Poco después, los ‘masovers’ se marcharon de la casa, que quedó abandonada definitivamente. Un poco más arriba, hay la fuente de Claper pero ahora parece tapada (o desviada), porque apenas sale agua.
Hace poco, el camino fue restaurado con mucho acierto pero hay un pequeño fallo. No es culpa del restaurador sino que debe remontar a más atrás y sospecho que se debe a razones estéticas. Desde la fuente de Claper, el camino señalizado marcha hacia la izquierda al Camp del Teixo y luego sube por el lomo. Sin embargo, ya no se encuentra el camino surcado por siglos de uso hasta subir unos 40 metros por encima del prado, donde precisamente se une con el trazado del camino viejo, que baja en línea más recta hacia la fuente. Mi teoría es que se hizo este desvío en tiempos del excursionismo moderno (a partir de los años 60) para disfrutar de las vistas hacia las montañas de Greixer.

Llegando a la Roca-Sança

Una vez reunido con el camino viejo, se encamina hacia la Roca-Sança, que es una enorme pared al lado de la cual pasa el camino. Aquí, los arrieros del pasado hicieron grafitis, pintando o rascando cruces y fechas en la roca. Al lado de los grabados de los años 30, vemos otro que pone 1996. Hoy, ese grafitista de los años 90 sería un irrespetuoso pero estoy seguro que dentro de 100 años, los excursionistas del siglo XXII quedarán igual de maravillados al ver la fecha 1996 que nosotros al ver 1935. Una vez pasada la roca, el camino vuelve a subir con bastante pendiente pero son tantas las eses que raramente vemos más de 8 metros delante nuestro y estamos tan entretenidos con ir ahora a la izquierda y después a la derecha que los centenares de metros de desnivel van pasando apenas sin darnos cuenta.

Un viajero de 1935 tuvo tiempo para dejar esta marca

El paisaje siempre impresiona, por más veces que hagas la ruta. A ambos lados, muros infranqueables de roca calcárea barren el paso y este camino es todo un tributo a aquellas personas que, hace muchos siglos, supieron ver el paso que les llevaría arriba. Más hacia el este, las Muntanyetes – un caos de pequeños picos – rompen aún más el paisaje y el valle se cierra con Coma Floriu, detrás del cual se esconde el Coll de Pal.
Un último esfuerzo y llegamos al Coll de Deogràcies. No cuesta mucho imaginar porqué se le dio este nombre ya que a partir de aquí, es un corto paseo casi plano al Coll de Jou. Desde aquí, el camino baja con un trazado mucho más recto a Urús, en la Cerdanya.

 El Coll de Deogràcies desde el Coll de Jou

Y mirando hacia la Cerdanya desde el mismo punto

Tras un breve descanso, es el momento de seguir el camino de los pilones. En los años 20, se hizo un intento de llevar la electricidad a la Cerdanya con una línea de alta tensión que pasara el Coll de Jou. Los trabajos de construcción de las torres debían empezar en la Cerdanya, donde el relieve da relativamente pocos problemas, pero al pasar el Coll de Jou hacia el Berguedà, con tanto precipicio, la cosa se debía ir complicando cada vez más y el hecho es que la línea nunca se materializó. Sin embargo, queda un camino muy tenue que va enlazando los distintos emplazamientos de las torres.

Paisajes espectaculares como éstos nos acompañaron en el flanqueo hacia el Canal dels Molins

Iniciamos un flanqueo hacia el oeste por el lado berguedano. Anotamos el emplazamiento del primer pilón y, unos 200 metros más allá, de un segundo pilón pero aquí el camino se muere. Desde una cresta, Pep ve el camino abajo y desciende, seguido al poco rato por Carles, dejando a mi colgado arriba ya que, todavía convaleciente de fascitis plantar, me siento demasiado torpe para hacer este descenso a tumba abierta. Pep me grita, que me viene a buscar por el camino y que vaya retrocediendo hacia el primer pilón. Pep se reúne conmigo y vemos la bifurcación. Quisiera pensar que volvió al verme tan desamparado pero sospecho que le interesaba más tener el track completo del camino.

Como buen empresario, Carles sabe delegar las tareas operativas a personas de confianza mientras él desarrolla la visión estratégica

Mientras tanto, Pep se dedica a uno de sus pasatiempos favoritos

Pasamos por los agujeros del tercer pilón y de allí bajamos a la barraca y fuente de Canal dels Molins, donde almorzamos. En la roca encima nuestro, hay al menos 50 coronas de rey en flor y, en los arbustos, más apollos que moscas.
Desde aquí, mi mapa tenía una colita que marchaba plano y sospechamos que es la continuación del camino de los pilones. Después de comer, seguimos un camino cada vez más precario. Pep y Carles continúan hasta un collado donde Pep ve los agujeros del cuarto pilón en la cresta. Damos la vuelta y nos situamos nuevamente debajo de la barraca para continuar la bajada. No se ve nada del camino y tenemos que fiarnos de lo que tenía marcado en mi mapa, ya que lo hice una vez de subida con Pep hace unos cuantos años. Por suerte, al menos en este trozo, el mapa no falla y empezamos a ver restos del camino. Tras bajar unos 100 metros, vemos que ha sido limpiado por los cazadores y el resto del descenso se hace sin novedades, exceptuando la fuerte pendiente, lo estrecho y lo pedregoso del camino y el cansancio acumulado. No creo que vuelva a hacer ese camino.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,5 km; 860 metros de desnivel acumulado.

sábado, 16 de julio de 2011

10/7/2011 – El ferrocarril de Peguera

Al volver a casa el viernes, encuentro un e-mail de Josep María, que está libre y quiere salir de paseo. Me pregunto dónde le puedo llevar: ¿Alguna solana pelada, abrasada por el sol? ¿Sevilla? ¿Las Salinas de Utah? La última vez que salí con él, fuimos a los Empedrats y es actualmente una de las entradas más visitadas de mi blog. Decido probar suerte con otra ruta turística: el ferrocarril de Peguera, y además tiene la ventaja de estar protegido del sol.


Primero, un poco de historia. Debajo del pueblo de Peguera, hay carbón. El problema era cómo bajarlo al ferrocarril en el Llobregat. El dueño de las concesiones mineras, un tal Sr. Moreta, decidió construir un ferrocarril que bajara la umbría del valle de Peguera. Lo que emprendió fue una obra inmensa de ingeniería. La vía debía tener una pendiente suave y constante para poder bajar los vagones por gravedad y luego planos inclinados para bajarlos a la vía en el siguiente nivel. Para ello, hubo que construir paredes de apoyo y relleno y cortar pasos por la roca. Y también construir un puente para cruzar el río de Peguera. Como no era de sorprender, se quedó sin dinero y, por préstamos sucesivos, acabó perdiendo la propiedad de su empresa a otra empresa. El ferrocarril fue acabado en 1910. Fue conectado a las minas en Peguera y también bajó troncos traídos por teleférico desde los bosques de Moripol. Después de la Guerra Civil, quedó prácticamente abandonado pero el trazado de las vías aún queda y ahora forman parte de rutas de senderismo.

Dejo el coche en el fondo del valle, al pie de la subida a lo que voy a llamar la vía intermedia. Iniciamos la subida; el calor empieza a apretar y aquí aún hay pocos árboles. Llegamos a los edificios donde había el plano inclinado y, tras reponer fuerzas, entramos en la vía. Al otro lado del valle, se ven las casas de Cal Torner, Val-lobrega y, más adelante, Erola. Hemos subido 200 metros y ahora vamos planeando a 1.025 metros. A medida que entramos, el bosque se hace más espeso y, antes de llegar al final de la vía, la ruta señalizada marca un camino que sube en diagonal. Ahora estamos en un denso bosque de hayas, parte de Les Nous Comes. Anotamos carboneras, una fuente, y caminos secundarios. Subimos otros 200 metros hasta salir en la pista de Casanova. Aquí, la ruta verde y blanca busca un paso del río para ir a Erola y toma su relevo el GR 107, el Camí dels Bons Homes.

 En la vía intermedia

El camino de carboneros que sube hacia la pista de Casanova

Subimos 100 metros hasta lo que voy a llamar la vía superior. Se ven las barracas del plano inclinado pero no tomamos la vía. Hay otro camino que sube hacia el Pla de l’Estany, que tomamos. Subimos unos 100 metros más y salimos en la cresta que marca el límite de la finca de l’Estany (y de una concesión forestal no del todo respetuosa con el entorno) y el comienzo de lo que queda del camino de Berga a Peguera. Giramos a la derecha y caminamos hacia Peguera. El bosque de Nous Comes va ganando en madurez a medida que uno va subiendo y aquí se ven unos árboles centenarios. Este camino es muy recomendable a cualquier época del año pero sobre todo en otoño y primavera. Los claros en el camino dan vistas espectaculares del valle, hasta el pantano y más allá.

El cargador al principio de la vía superior

Vista desde el camino antiguo de Berga a Peguera. En el fondo, el pantano y el Catllarás

Vamos bajando hasta llegar a la vía superior, justo antes de un pequeño túnel que perfora una cresta, y poco después llegamos a las ruinas de un cargador. Aquí será el punto más alejado. Damos la vuelta y entramos en la sombra de las hayas para almorzar. Mientras comemos, pasa algún senderista pero toda la zona respira tranquilidad. No hace calor y no hay moscas, así que los dos estamos contentos.

 El túnel en la vía superior

Otra perspectiva de la vía superior

Una de las cosas de salir con Josep Mª es que las conversaciones son muy amenas. Somos muy diferentes pero siempre encontramos tema, aunque sea para recriminarle la manera en que destroza mi lengua materna. (¡A propósito, felicidades por aprobar el 5º curso de la EOI!).

Recorremos la vía superior de vuelta, disfrutando del bosque, deshacemos el camino a la vía intermedia y luego bajamos por otro camino a la pista en el fondo del valle, muy cerca de la captación de agua. De ahí sólo queda bajar la pista hasta el coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 14,2 km; 670 metros de desnivel acumulado.

8/7/2011 - Canals de Catllarí (3)

Hoy será nuestra última visita a los Canales de Catllarí y queremos mirar la zona debajo de la Casa Gran. Aparcamos el coche en la nueva carretera de circunvalación de Peguera, en la entrada de la pista a Ferrús. Para variar, había propuesto bajar por la pista al norte de la Serra de Camp de Vidre pero Pep insiste en bajar por la pista que pasa por el sur de la Serra, la misma que subí penosamente de vuelta al coche hace dos semanas, y hacer el camino de regreso por la pista al norte. Al preguntarle porqué, habla en términos vagos de menos pendiente y más sombra. Poco sospechaba yo que tenía una agenda oculta. Pero vayamos por partes.

 Así nos saludó la mañana. Hace el este ...

Y hacia el oeste

Nada más salir del coche, un rebeco cruza la carretera sin prisas delante nuestro. ¿Será un buen augurio? Vamos bajando la pista – nada que ver con hacerlo de subida – conversando sobre temas anodinos cuando de repente Pep se para. “Tenemos que bajar por aquí”, me dice. “¿Para qué?”, pregunto. “Tenemos que buscar la Balma de Risclaire”. “¿Sabes que hay un precipicio no muy lejos de aquí?”. “Confía en mí”, me conmina y empieza a bajar. Henos aquí bajando sin camino, a veces sobre roca pelada y a veces entre el boj pero siempre con la visión del abismo cerca, hasta llegar a un camino transversal casi borrado. Pep ya huele el triunfo y lo seguimos hacia la izquierda. Sin embargo, al cabo de unos 300 metros, renuncia sin haber encontrado la Balma y damos la vuelta. El camino sale delante de la casa del Collet del Prat, lo que indica que era un camino que tenía la casa para ir al bosque. Cruzamos el collado y bajamos por el camino restaurado como parte de la Xarxa Lenta hacia el río. Es un camino muy atractivo, que baja zigzagueando la cuesta empinada hacia el río.

Abetos en El Risclaire

Al otro lado, Pep quiere buscar la Balma del Borràs pero yo ya me planto. Las oquedades en las rocas no son santo de mi devoción y hoy he tenido mi cupo. Le doy mi GPS y mi cámara y que se espabile. Al cabo de unos 15 minutos, vuelve. Ha encontrado la cueva y un camino. Subimos al camino y ponemos rumbo hacia la Casa Gran. El camino entra en el camino de la Xarxa Lenta que baja hacia la Balma del Cavaller. Almorzamos al lado del río, bajo la sombra de los árboles.

Tritón pirenaico en el río de Tec

Desde allí, subimos el camino antiguo que arranca desde las ruinas del puente hasta la iglesia de Sant Martí dels Canals. Una vez en la iglesia, seguimos un camino transversal que entra en el camino de la Xarxa Lenta que baja desde el Collet del Prat. Al limpiar el camino, se tapó la entrada del camino transversal con ramas de modo que no se ve; ¿a propósito?, nos preguntamos. Volvemos a la iglesia y probamos otra colita pero ésta se muere y tenemos que volver al camino de la Xarxa Lenta. Hacerlo de subida ya no hace tanta gracia que bajarlo.

Restos del puente que conectaba la Casa Gran con el núcleo de casas y la iglesia al otro lado

Nos desviamos para llegar a la pista a la Collada de Peguera. Esta vez sí que vamos por la cara norte de la Serra del Camp de Vidre para volver al coche. Las fresas silvestres están en su punto. Ante la visión de esas bolitas rojas, afloran instintos primarios y nos afanamos a hacernos con las más jugosas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 14,4 km; 710 metros de desnivel acumulado.

sábado, 9 de julio de 2011

Carles se sincera

El 3 de julio, cuando Carles ya llevaba más de 2 semanas sin salir, nos envió a mi y a Pep un correo sorprendente, que nos dejó a los dos boquiabiertos. Nuestra primera reacción fue que debía tener un mono de montaña de caballo pero como, incluso dentro de la persona más pragmática, hay un soñador que lucha por salir, previa autorización de su autor, lo transcribo aquí, traducido al castellano:

"LOS CAMINOS PERDIDOS


Muchos caminos antiguos hoy son caminos perdidos, hasta el día que consigues encontrarlos. Es un privilegio poder caminar sobre el trazado de un camino olvidado y a veces borrado sobre el terreno.

Es un momento mágico en el que todo se ve claro; pasado, presente y futuro se funden en un solo instante. Simbólicamente, recuperas la historia de miles de personas que, un día, hicieron el mismo camino y sientes la emoción de seguir sus pasos y compartir con ellos un paisaje similar.

Pero para las personas que todavía no los han pisado, siguen siendo caminos perdidos, y es que buscar caminos antiguos es una búsqueda personal."

1/7/2011 – Canals de Catllarí (2)

Hoy, la idea era entrar en los Canales de Catllarí desde la Serra de Cal Jardí. Este mes, Carles lo tiene muy complicado.


Dejamos el coche en la carretera de la estación de esquí de Rasos de Peguera, a la entrada de la pista de la Corba, encima de la casa dels Porxos. Seguimos las marcas blancas y amarillas del PR de Berga a Sant Corneli y luego tomamos el largo camino de flanqueo a la Serra de Cal Jardí, ahora parte de la Xarxa Lenta. Sin embargo, un poco pasado el desvío a la Cova de les Llosanques, vemos un camino que marcha hacia abajo que no habíamos visto en las muchas veces que hemos tomado este camino. Propongo un cambio de plan y lo tomamos. Al cabo de un rato, se pierde en una zona de tala pero suponemos que debía ir a Cal Jepolí.
Por pistas nuevas y antiguas, llegamos a Can Garrigues. Era la gran casa de la zona, con capilla propia y grandes extensiones de campos, además de una magnífica vista, pero ahora está todo en ruinas. Continuamos hacia el Coll d’Erola, primero por pista y luego por camino, que va flanqueando encima del antiguo ferrocarril.

 Las ruinas de Can Garrigues; la capilla está a la derecha y una parte de la casa a la izquierda.

La vista desde Can Garrigues, con la meseta de Busa y el Port del Comte en el fondo

Cambiamos de perspectiva y entramos en la umbría. Desde el Coll d’Erola, encontramos el camino que bajaba al molino, debajo de la Casa Gran. Del molino, sólo queda un cobertizo y la balsa. La casa desapareció cuando se abrió una pista. Hundido entre peñascos, es un lugar con un ambiente muy especial.

Otra perspectiva de la Casa Gran desde el camino a Coll d'Erola

Pep quería encontrar el camino a la iglesia desde el molino. Seguimos un primer camino que se muere en campos. Desanimados, vamos flanqueando hacia la derecha hasta la cresta y allí vemos un camino de gran antigüedad que va serpenteando hacia abajo. ¡Oh! ¡Qué perfil, qué formas, qué curvas, qué elegancia!, exclamamos extasiados. Seguramente hace décadas que nadie lo usa pero allí está, siguiendo las líneas marcadas por la roca y respetando la zona de cultivo. Lo seguimos hacia abajo hasta la pista y luego lo volvemos a subir, donde le aguarda otra sorpresa a Pep. Salimos a una cresta amplia debajo de la iglesia y allí, tapado por los árboles, hay un cuadrado grande de piedras con otro más pequeño. ¿Es una pleta o una casa?, se pregunta Pep. Una cosa es segura, es muy antiguo, quizás medieval.
No hace falta decir que Pep completa la subida a l’Esglesia con un humor excelente. Desde allí, pasamos La Torre y buscamos el inicio de las pistas de la Xarxa Lenta hacia la Serra de Cal Jardí, donde almorzamos en un prado. Como clientes en la terraza de una cafetería que contemplan el ir y venir de la fauna urbana, nosotros contemplamos el paseo de las mariposas – una buena docena de especies – de flor en flor, primero hacia un lado y luego de vuelta hacia el otro lado.
Un dolor persistente en el talón me ha obligado a hacerme plantillas y aún me estoy adaptando; camino más torpe de lo normal, me canso y me acaba doliendo el pie. Mientras comemos, me preparo mentalmente para la subida a la Serra de Cal Jardí. Seguimos la Xarxa Lenta, que aprovecha pistas, caminos de arrastrar troncos y, finalmente, claros en el bosque para llegar arriba. Allí nosotros teníamos una colita de hace años que baja por una especie de ‘grau’ y que pensábamos que podría ser el camino a La Torre. Lo probamos y dejamos atrás el calor y el sol. Entramos en un bosque de hayas; el sol apenas se filtra por las hojas. El camino se difumina pero a la vez se complica. Vemos carboneras y caminos transversales que van marchando en una dirección y otra. En cierto momento, vemos la barraca del carbonero, adosada contra una pared de roca. Seguimos un camino que parece que vuelve hacia las pistas de la Xarxa Lenta pero de repente gira hacia abajo. No nos conviene y continuamos sin camino hasta salir a la pista.

Bajando a las sombras desde la Serra de Cal Jardí

Pep propone ir a la casa de Cal Jardí, de acceso fácil por un camino que ha despreciado la Xarxa Lenta. Se encuentra en un pequeño valle al sur de la cresta de la Serra de Cal Jardí. Anotamos la fuente, los pocos restos de la casa y una barraca y volvemos a la cresta. Ahora empieza una larga subida hacia el camino de Les Llosanques. Empiezo a notar el cansancio pero Pep sigue tan fresco. Entramos en el flanqueo de Les Llosanques; sigue y sigue. Cuándo va a acabar este calvario, pienso. Pep, en cambio, rebosa energía y ganas de hacer cosas. “Sólo un pequeño roce detrás del talón”, me dice, sonriente. No tengo fuerzas para recriminarle su falta de sensibilidad. Necesito un objetivo, un premio, pienso. Llamo por el móvil a Carles en su hotel y encargo unas claras bien frías.

Finalmente, como siempre pasa, el futuro se convierte en presente. En la terraza del hotel de Carles, tomo la clara tan deseada mientras Pep repasa los logros de hoy a un envidioso Carles.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 17,3 km; 820 metros de desnivel acumulado.