Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 10 de diciembre de 2011

6/12/2011 – El Triángulo de Sant Romà de la Clusa

Hoy es festivo en toda España y he quedado con Josep Maria. Aprovecho su relativo desconocimiento de su comarca para repasar una de mis rutas favoritas, que tiene una forma aproximadamente triangular entre las casas de Clot, Sant Romà de la Clusa y Rossinyol. No hace falta decir que Josep Mª no ha estado nunca aquí.


Dejamos el coche en el merendero del Clot rodeados de escarcha. Josep Mª contempla la hierba blanca con satisfacción pero yo sólo pienso en buscar el sol. Si no hiciera tanto frío, valdría la pena contemplar el paisaje que nos rodea, con hayas en la cara norte y robles en la cara sur y detrás, hacia Vilada, espadas de roca y la mola de Sobrepuny. Siempre me da buenas sensaciones venir aquí.

Ya desde el aparcamiento, detecto una novedad desde mi última visita: un mirador en la pista de Cabanelles. Pasamos la casa de Clot, el pajar en mucho mejor estado que la casa y buscamos el camino y luego pista a la siguiente casa, Ca l’Hereuet. Aquí los restos de una piscina recuerdan un pasado como colonias de verano.

Ca l'Hereuet con Sobrepuny detrás

El camino antiguo a Sant Romà de la Clusa se introduce en el valle del Rec de Sant Romà y las sombras del hayedo. A pesar del frío, es un placer estar acompañados del sonido del agua mientras corre por pequeñas cascadas.

Las aguas del Rec de Sant Romá

Le pregunto a Josep Mª si tiene inconveniente en explorar colitas (ver Glosario) en la umbría, al otro lado de la riera. “Mientras no haya zarzas, ningún problema”, me contesta. Miramos colitas en el nivel medio y superior de esa cuesta, todas ellas relacionadas con la explotación del bosque y todas acaban muriéndose en la última carbonera. Era de esperar pero me dolía tener esos trazos inacabados en el mapa.
El camino principal sigue el curso de la riera y luego se eleva en eses inconfundibles hasta empalmar con el camino (y parte del GR4) que viene de Castell de l’Areny. Pasamos por delante de la casa de Sant Romà, ahora refugio/hostal rural y regentado por una pareja muy simpática.

Sant Romà de la Clusa. A la derecha, la casa/refugio; a la izquierda, la rectoría y el campanario de la iglesia románica detrás. En el fondo, la casa del molino

Continuamos al mirador, donde comemos con una vista que siempre impresiona y una temperatura suave. Toda esta finca es propiedad de la Generalitat de Catalunya, que decidió convertirla en reserva de fauna y flora. El mirador ha sido diseñado con cariño para potenciar la educación familiar sobre la preservación de la naturaleza. Aparte de la vista, se han hecho mesas de picnic de troncos con tableros de juegos impresos encima, rodeados de fotos de animales y plantas. En una mesa, hay el tablero de damas, en otra el tablero de parchís, y en otra el tablero del juego de la oca. En el centro, un pequeño refugio por si llueve.

 El mirador y parte de la vista

Una mesa con el juego de la oca

En nuestras conversaciones, tenemos opiniones divergentes sobre casi todo (lo que no impide una buena amistad) pero hay un tema en que coincidimos plenamente: un terror visceral a los dentistas al que se contrapone una necesidad creciente de sus servicios. Mientras comemos intercambiamos anécdotas dentarias, repasando pruebas superadas y retos pendientes.

El sol empieza a bajar y es hora de continuar. Caminamos nuevamente por la pista de Cabanelles, desviándonos al poco rato para tomar el camino a Rossinyol. Es un camino histórico, todavía empedrado en el tramo final, y fue recorrido y descrito por Cesar August Torras. Otro de sus atractivos es una haya centenaria. Ya he hablado de la bondad de las hayas en otra entrada y este árbol no es ninguna excepción. Además, su venerable edad añade a su benevolencia una poderosa serenidad. Visitamos brevemente los alrededores de las casas de Rossinyol y luego tomamos la pista hacia Sant Romà de la Closa. Detrás del mirador, veo planear dos quebrantahuesos. Es la primera vez que los veo en el Catllaràs. ¿Qué habrán visto? ¿Los restos de algún senderista extraviado? No deja de ser curioso que lo que más les gusta comer a esos enormes bichos es precisamente lo que los buitres rechazan por indigesto.

Vista de Rossinyol en el sol de la tarde. A la derecha, el pajar (que sale en la portada del mapa del Alpina), y en el centro y a la izquierda, las dos casas de Rossinyol. La casa de la izquierda todavía está habitada.

Dejamos la pista para tomar el camino al Clot, haciendo un pequeño desvío para mostrar a Josep Mª un camino de ‘grau’ (ver Glosario) que pasa al lado de una abertura en los ariscos y era utilizado como atajo para ir a pie desde Rossinyol. Continuamos el descenso y al cabo de 10 minutos, ya estamos en los campos del Clot.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,3 km; 540 metros de desnivel acumulado.

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